Menos, pero se desgastan. Y hay que estar pendientes de ellas. Es lo que indican los primeros estudios del desgaste de componentes en países con un mayor parque de vehículos eléctricos como los del norte de Europa, Estados Unidos o Canadá. Pese a que este tipo de vehículos de la nueva movilidad sostenible, segura y descarbonizada están diseñados con un freno regenerativo que puede lograr reducir la velocidad solo con levantar el pie, además de cargar la batería, esto no quiere decir que las pastillas de un vehículo eléctrico no se desgasten. Es una pieza que hay que revisar y, llegado el caso, hay que reemplazar como en un coche térmico. En la medida de lo posible, siempre en establecimientos especialistas en electromovilidad como los Centros de Movilidad dsi.mobility.

Del mismo modo que las pastillas, que montaría un vehículo térmico, las pastillas de freno de un eléctrico pueden sufrir corrosión, haciendo que las distancias de frenado aumenten y empeorando el sistema de frenado, lo que comprometería nuestra seguridad en carretera.

Las pastillas de freno desgastadas van a producir mayor ruido del que podríamos percibir en un vehículo térmico. Esto se debe a que al no haber un motor y la propulsión del vehículo es mucho más silenciosa, podemos oír el desgaste de todos los componentes.

Y por último, tenemos que tener en cuenta la sostenibilidad, ya que si hemos optado por un vehículo eléctrico para no emitir gases contaminantes, lo lógico será utilizar pastillas de freno que sean de calidad y que dañen lo menor posible al medio ambiente.

Por estas razones, conviene circular siempre con las pastillas y todos las piezas que componen el sistema de frenado en perfecto estado, ya sea si vamos conduciendo un vehículo convencional de propulsión térmica, o bien si conducimos un eléctrico o de cualquier otro tipo de energía.

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